Costa de la Luz

El visitante que llega a España procedente de Gibraltar tiene dos opciones: puede elegir la carretera del noreste y acercarse a Sotogrande y de ahí a Estepona, Marbella y las demás poblaciones de la Costa del Sol. En este caso, se encontrará con urbanización tras urbanización construida a los lados de la carretera, con señales publicitarias en inglés y en ruso, con ventas de carretera alternando con franquicias de Burger King y con maravillosas playas cubiertas hasta el último centímetro por enrojecidas pieles del norte europeo. Sin embargo, si elige la carretera del este y decide internarse por la Costa de la Luz que se expande por las provincias de Cádiz y Huelva, el panorama será muy distinto. Aquí se adentrará por acantilados costeros sin explotar, por campos de girasoles en los que daría gusto perderse, por verdes llanuras desde las que solo te observa alguna curiosa vaca retinta. Y así llegará a pueblos que aún conservan su alma marinera como Zahara de los Atunes o Barbate o a playas como Bolonia o los Caños de la Meca, que son auténticos paraísos y que aún no te puedes explicar cómo pueden estar en un grado tan poco avanzado de explotación inmobiliaria. Descubrirá genuinos pueblos blancos en impresionantes parajes serranos apellidados de la Frontera, lo que nos recuerda que hace ochocientos años esto era una tierra de conflicto permanente entre reinos cristianos y moros. O finalmente arribará a poblaciones vacacionales como Cádiz, El Puerto de Santa María o Sanlúcar de Barrameda, ciudades con una inmejorable gastronomía marinera, y cuyas bondades conocen los veraneantes españoles desde hace muchos años. Para el visitante internacional, la Costa de la Luz es todavía un verdadero paraíso por descubrir, donde las comunidades de residentes expatriados son todavía reducidas. Ven a disfrutar del calor de unas gentes generosas y acogedoras, de la mejor gastronomía andaluza y de unos parajes junto al mar que aún no han sucumbido a la sobreexplotación inmobiliaria.