Situados al norte del Mar Menor, tanto los pueblos de San Pedro del Pinatar como San Javier tienen una posición privilegiada como enclaves al borde de la frontera entre la Costa Cálida y la Costa Blanca. Si lo que te apetece son unas tranquilas vacaciones en familia, el ambiente relajado y las aguas poco profundas de las playas del Mar Menor pueden ser la manera ideal de pasar unas vacaciones o una estancia de larga temporada. Para esto, las playas de La Llana o de la Torre Derribada son las más cercanas a San Pedro San Javier, y en ellas las vistas fantásticas del Mediterráneo, el Mar Menor y las montañas distantes están aseguradas. Pero si tu espíritu juvenil (ese que no tiene nada que ver con la edad, aseguran los más maduros que no se amedrentan ante nada) te está pidiendo a gritos más acción, siempre te puedes acercan a Torrevieja, donde te esperan unas playas más alborotadas, cerveza y mojitos a muy buen precio en tus antros nocturnos favoritos y una vibrante comunidad de expatriados de tu país ansiosa por compartir contigo los últimos rumores y cotilleos internos. San Pedro y San Javier son, por tanto, bases perfectas para disfrutar de la tranquilidad del Mar Menor, pero con una salida de emergencias accesible cuando esa tranquilidad se convierta en apabullante. Pero, ojo, que también tienen sus propios tesoros que no deben ser ignorados. San Pedro, por ejemplo, debido a la alta salinidad y concentración mineral de las aguas, se ha convertido en un lugar ideal para tomar baños de lodo. En la zona de Las Charcas, es usual ver a muchos bañistas afectados de reumatismos o artritis secándose al sol tras haber embadurnado su cuerpo de los lodos extraídos del fondo marino. Las salinas de San Pedro no solo tienen una utilidad curativa, también han fomentado la industria de la sal como parte del modo de vida tradicional de la zona desde tiempos romanos. El famoso Molino de Quintín, usado para moler la sal en las Charcas, es buena prueba de ello.
