Torrevieja, como su propio nombre indica, es la torre del mediterráneo. A una hora de coche desde Alicante, este bastión al sur de la comunidad valenciana, junto con todas las otras poblaciones de la llamada Orihuela Costa, se las ha arreglado para convertirse en un reclamo permanente para turistas y residentes de todo tipo de nacionalidades, desde los británicos a los nórdicos, franceses, belgas, holandeses, rusos o marroquíes. La población total de la ciudad de Torrevieja, de la que el 55% es un crisol de nacionalidades, tiene una media de 100.000 habitantes durante todo el año, aunque, por supuesto, su población se cuadriplica en verano.
Para cualquier español de más de cuarenta años, el nombre de Torrevieja les evocará un conocido concurso de la televisión española en el que, durante las décadas de los ochenta y noventa, se anunciaba como premio estrella de cada semana un fabuloso apartamento en esta localidad alicantina. Hay quien incluso dice que los cada vez más escasos españoles residentes en esta ciudad son todos antiguos ganadores del concurso, que de vez en cuando se reúnen para intercambiar anécdotas de su participación. Y, por qué negarlo, para el visitante de otro país, un paseo por Torrevieja también es un viaje de vuelta a un verano de los años ochenta, al pasear entre multitud de bloques de apartamentos idénticos y algo desfasados, que parecen salidos de un molde de castillos de arena. Pero al igual que no sería justo vender Torrevieja por sus logros en la vanguardia arquitectónica, sí que hay que reconocer que esta es la ciudad perfecta en la que todos pueden reinventar su vida en España a unos precios de vivienda que se ajustan a cualquier bolsillo. Y todo lo demás viene por sí solo: una vibrante comunidad de amigos de casi cualquier lugar de Europa; actividades deportivas y de ocio para todos los gustos; una gastronomía mediterránea que se nutre de los mejores productos del mar y de la huerta valenciana; playas de bandera azul que no tienen nada que envidiar a las de otras costas de España; y, por supuesto, uno de los climas más suaves y generosos de Europa, que cada día del año alimenta el gusto por disfrutar la vida al máximo.
